Pedro Caballero Galoppo

Desde el miércoles 2 de agosto del 2023, se habilita la exposición del fotografías del artista Pedro Caballero Galoppo en Verónica Torres – colección de arte.

Con acceso libre y gratuito, la expografía presenta 20 obras de gran formato, mientras que el texto de sala le corresponde a Jesús Ruíz Nestosa.

Luego de varios años, vuelve a exponer sus fotografías en una muestra individual, Pedro Caballero Galoppo, quien en los años noventa del siglo pasado, y por primera vez en el arte paraguayo, organizó una exposición colectiva de fotografías en el Museo Nacional de Bellas Artes: “El lenguaje de la Luz”.

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Caballero Galoppo tuvo una importante influencia como fotógrafo en el arte, destacándose en el uso de cámara de formato grande con placas de 4×5 pulgadas, y rescatando la antigua técnica de la fotografía blanco y negro coloreado al óleo, e investigando con técnicas experimentales como el fotograma, el luminograma, el efecto Sabattier, entre otras, logrando imágenes de gran impacto visual y calidad técnica.

Inauguró en 1990, 4×5 Estudio, el primer espacio para la formación profesional en la fotografía, y en el que se formaron muchos de los actuales profesionales del país.

Durante 35 años se ha dedicado a la enseñanza de esta materia.

El deleite de la imagen por la imagen

No estoy muy seguro si habrá sido en los años setenta o bien ochenta del siglo pasado. No creo que sea muy importante la fecha, sobre todo porque no me acuerdo muy bien de ella. Sí me acuerdo que fue una época en que se vivía un entusiasmo contagiante por la fotografía.

Las exposiciones colectivas o individuales se seguían unas a otras. Fue en esa época en que apareció Pedro Caballero, recién llegado de los Estados Unidos donde estuvo estudiando por un par de años gracias a una beca. Traía consigo algunas fotografías en blanco y negro, edificios recubiertos de vidrios espejados donde se reflejaba, con las necesarias distorsiones, el mundo que trascurría por las aceras.

Ese fue mi primer contacto con su obra.
Su segunda aparición, con motivo de una muestra colectiva, fue más osada: eran fotos en blanco y negro pintadas a mano, escenas rurales, unas vacas pastando en el prado, mangos amarillos caídos en el suelo en medio de un mar de hojas. Y luego desapareció.

Hace un par de semanas recibí un correo suyo contándome que estaba trabajando en una serie que quería exponer. Incluso ya había elegido la galería, la de Verónica Torres, porque allí había expuesto por última vez y quería reiniciar este ciclo en el mismo lugar que lo había detenido. Me decía que estaba trabajando en fotografía desde el 2015 y tenía dos proyectos terminados.

En el 2018 inició otra serie, “El Paisaje Inocente” que es el que ahora expone. Remarco estas fechas pues creo que es una referencia importante para quienes se están iniciando en la fotografía y buscan realizar
su primera muestra individual a los seis meses de haber tomado por primera vez una cámara

Es suficiente ver esta serie de fotografías para entender la seriedad con que Pedro encara su trabajo. A ello hay que sumarle paciencia, un ritmo lento que se va desarrollando de sitio en sitio. Me explica que cuando viaja va tomando nota de los posibles paisajes que le interesan y regresa luego con la cámara. Hay veces que todo parece estar preparado esperando que él llegue. Hay otras en las que el paisaje no quiere entregarse.

Cuando el cineasta alemán Werner Herzog se fue al Amazonas para filmar su
famosa película “Fitzcarraldo” (1982) al ver la selva dijo: “El día en que Dios la creó, debió haber sido un día en que estaba enojado”. El paisaje de Pedro Caballero es todo lo contrario, es plácido, sereno, sosegado, y es al mismo tiempo fecundo, ubérrimo. La vegetación crece con fuerza desmedida, de manera vigorosa, se entrega a la vista sin retaceos, derrochando su sorprendente opulencia. No es posible permanecer imperturbable ante estas imágenes, sino simplemente abandonarnos a nuestras propias fuerzas y disfrutar íntimamente de ella.

Este regreso de Pedro Caballero es doble: no sólo vuelve a la fotografía, sino también al deleite de la imagen por la imagen. Entiende que el fotógrafo se expresa a través de ella, por eso su valor y significación deben estar contenidos en esa imagen.

De este modo da un salto acrobático sobre la idea nefasta, tan extendida en esta época, en que el artista se empeña en querer explicar su obra a través de la filosofía, la sociología, la astrofísica, la metafísica y, si es posible, echar mano incluso al Teorema de Poincaré.

Cuando Miguel Ángel pintó la Capilla Sixtina o Goya pintó “Los fusilamientos del 3 de mayo” o la cúpula de su panteón en San Antonio de la Florida (Madrid), sólo tenían los ojos, el alma y el pensamiento llenos de imágenes, porque las imágenes son buenas por sí mismas.

Si lo dudan, enfréntense con estos paisajes.

jesús ruiz nestosa
salamanca, mayo 16, 2023

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